Un SCOBY en mal estado es fácil de reconocer si sabes qué señales observar. Aunque cada cultivo tiene su aspecto único, hay algunos indicios claros que muestran que algo no va bien. Lo primero es el olor: un SCOBY sano huele a vinagre suave o a manzana fermentada, mientras que uno dañado desprende un olor fuerte, a podrido, mohoso o químico. También es importante observar su apariencia: las variaciones de color beige, marrón o incluso pequeñas hebras oscuras son normales, pero si aparecen manchas peludas, secas o con relieve tipo algodón, de color blanco, verde, negro o azul, es señal de moho, y en ese caso hay que tirar todo el contenido, incluido el líquido.
Otro signo de deterioro es la textura: un SCOBY sano es firme, flexible y algo resbaladizo. Si se vuelve blando, se rompe fácilmente, se seca o se deshace, es probable que haya perdido vitalidad. También puede deteriorarse si ha pasado mucho tiempo sin alimento, si se ha usado té aromatizado, agua con cloro o utensilios sucios. En esos casos, la fermentación suele ser débil o inexistente, y la kombucha resultante no tendrá gas ni acidez.
Si sospechas que tu SCOBY está dañado, lo más prudente es descartar el lote y empezar de nuevo con uno sano. Nunca intentes “rescatarlo” si hay moho o mal olor: una mínima contaminación puede afectar tu salud y arruinar futuras fermentaciones. Para prevenirlo, mantén una buena higiene, usa ingredientes puros y revisa siempre que la superficie esté limpia y húmeda. Un SCOBY cuidado, bien alimentado y protegido de la luz directa puede durar años, multiplicarse y seguir produciendo kombucha segura y deliciosa.